sábado, 2 de octubre de 2010

¿Que parte de "absoluto" no entienden?

La despareja vocación investigativa de cierto periodismo, así como su sintaxis selectiva, revela una política editorial. También provoca un ejercicio de memoria.

La crisis institucional del Ecuador ha recibido, en algunos medios de la región, un tratamiento informativo que buscó equilibrar las responsabilidades entre los sediciosos y el Presidente Correa. Sin pretender comprensión hacia los golpistas, algunos medios deslizaron con mayor o menor vergüenza la teoría de la provocación de Correa, tanto con sus medidas de gobierno como con su presencia personal ante los sublevados.

Hoy, cuando la crisis esta superada pero no resuelta, ya aparecen mas desvergonzadamente opiniones que buscan responsabilizar a Correa, e imputarle el objetivo de generar la crisis, para declarar el Estado de Emergencia.

Parecería que el rechazo absoluto a toda interrupción del orden constitucional no es tan absoluto para algunos. Para los que ven un riesgo en ese orden democrático que se abre camino en las américas y que devuelve no solo la dignidad colectiva de los postergados y pretende distribuir con justicia el fruto del trabajo, sino que aboga por dar sonoridad a las voces silenciadas por años.

Verguenza es lo que les falta a los que amparados en la libertad de expresión tratan de relativizar toda acción de un gobierno popular con convicciones firmes y fortaleza para llevarlas adelante.  Impunidad y poder les sobran aun, aunque los sientan amenazados por la verdadera democracia.

Relativizan el secuestro de un Presidente, se burlan de la valentía física de un Presidente que le pone el cuerpo a sus políticas y a su vida (aunque no lo crean, Correa lleva a sus hijos a la escuela por las mañanas).

Fracasado el intento de sacar del poder a Correa, intentan carroñeramente, avanzar unos casilleros en sembrar dudas sobre los hechos. Muestran los que quieren mostrar con desprecio por la verdad.

Muestran la solidaridad del UNASUR y la presencia de la OEA como una anecdótica camaradería, y no la explican como lo que verdaderamente es: una contundente demostración del poder regional institucionalizado.

La pronta reacción de los gobiernos de la región, el liderazgo de nuestro país y nuestra presidenta en la gestión de la crisis, no son datos menores sino claves de interpretación que deben leerse hacia adelante por todos los que pretendan exceder los limites de la institucionalidad.

Pero esta crisis y sus cronistas me recuerda a los analistas, periodistas, empresarios, y opinadores de los 80 (que hoy siguen facturando como analistas, periodistas, empresarios y opinadores pero a los que 27 años de democracia, por la que nada hicieron, parecen darles el derecho a que los denominen "democráticos" frente a un gobierno que ellos denominan populista) que calificaron -justificaron- las intentos golpistas carapintadas como reclamos institucionales, frente a la "agresiva" política "contra las fuerzas" armadas encarada por Alfonsin... también criticaron su ida a Campo de Mayo como provocación, y, eurocentristas, menospreciaron la presencia de los embajadores de la región junto al gobierno democrático.

Pero muchos de quienes hoy defienden su memoria por un aparente contraste con el gobierno actual, en su momento dieron lugar en sus medios y tribunas a las voces y versiones que, debilitando, la causa popular que encarnaba Alfonsin, forzaron al su gobierno a impulsar la obediencia debida, postergando el anhelo de justicia en pos de mantener las instituciones.

Ayer, como hoy, informaban con parcialidad y cobijaban voces autoritarias: Y lo hacían, como lo hacen, en virtud de una libertad de expresión que solo corre riesgos cuando los intereses que ellos defienden tienen el poder.

En fin, no son originales en los argumentos aunque persistentes en la intención de debilitar a los gobiernos democráticos.

Lo que no entendieron es que hoy, a diferencia de ayer, la región tiene mas coherencia democrática sin distinciones ideológicas,  mas responsabilidad colectiva y el pueblo es dueño absoluto de su destino.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Desde donde opino

El jueves inicie mis clases en un posgrado sobre asuntos electorales y, en la presentación de mi modalidad pedagógica, lo que denomino términos del contrato docente-alumno, no solo manifesté que mi condición de abogado determina una aproximación científica y una lógica expositiva particular, sino conté mi origen y trayectoria política, lo que juzgué indispensable por una cuestión de honestidad intelectual.

De la misma manera. al iniciar un blog, esto es compartir en forma universal e indeterminada mi pensamiento respecto de algunas cosas sin pretender otra cosa que compartir, debo decir quien soy y en lo que creo.

Abogado de profesión; docente por elección; politico por vocación, milité en la U.C.R. desde el 82 hasta el 2003; aunque sigo siendo afiliado pero no tengo actividad partidaria; ejerzo desde el año 2001 un cargo público que me mantiene en la actividad política no partidaria y en el que expreso mi compromiso con las principales políticas del Gobierno.

Creo en la democracia como metodo por el cual las mayorías se expresan y determinan el rumbo de la sociedad.

Creo en la República como forma de organización en la que los derechos de todos son respetados y el poder se organiza de manera que todos puedan competir efectivamente por detentarlo.

Creo en que los responsables politicos deben defender a ultranza su visión y los intereses que representan, y que las decisiones deben ser fruto de la convicción y de los mecanismos constitucionales para adoptarlas.

Creo en la razón crítica, esto es, la confrontación intelectual con la interpretación establecida y la visión tradicional de las cosas, lo que incluye la propia visión de las cosas.

Creo en que los logros colectivos son mas importantes y estables que las victorias individuales, que sentir es mas importante que entender, y que ponerse "en el lugar del otro" muchas veces es una expresión hipócrita.

Creo en la razón, solo cuando la razón comprende valores, intereses y sentimientos.

Creo en la libertad y la igualdad, juntas no separadas.

Creo en el valor infinito de la persona humana y en el relativo de las cosas.

Creo en la palabra, cuando la palabra resuelve, define y conforta, no cuando posterga, esconde e impone resignación.

Creo en lo que hago. No hago lo que no creo.

Creo de creer, pero tambien de crear.